domingo, 20 de mayo de 2012

Hadas en Londres - Capítulo 3


3. Un arduo comienzo
Natalia se levanta y emprende el camino hacia su casa.
-         ¡Espera, por favor! – oye decir a la chica rara de las alas de plástico.
-         ¿Qué? – dice ella en tono cortante.
-         ¿No te crees nada de lo que he dicho?
-         Pues no. ¿De verdad piensas que me voy a trgar así por así lo que me diga una chica disfrazada de hadita medieval: que vienes desde otro mundo, que no conoces a los humanos, que necesitas mi ayuda para salvar a tu pueblo y que os han atacado? No sé por qué tipo de estúpida me has tomado; seré solitaria, pero tonta no soy.
-         Escucha, Natalia, es todo cierto. Para demostrártelo debemos irnos a un sitio más apartado.
-         ¿Y qué me vas a enseñar? ¿Tus trucos de magia? ¡Venga ya! Déjalo, Diana.
-         Ya te he dicho que mi nombre es Dione, no Diana.
-         Si tú lo dices...
Y se da la vuelta de nuevo. La princesa ya no sabe qué hacer para convencerla, así que la coge de la muñeca y la arrastra con ella calle abajo hasta llegar  aun callejón lleno de basura; entonces, Dione mueve los hombros y sus alas empiezan a moverse, sus pies a elevarse y Natalia se queda sin respiración.
- ¡Dios mío! – dice con las manos en la cabeza - ¡Eres un hada de verdad! ¿Entonces toda la historia es cierta? ¡Madre mía! Pero yo... ¿cómo puedo ayudarte?
- Pues... lo único que quiero conseguir es expulsar al reino de Goilyn y que Isis recupere su esplendor.
Natalia piensa, pero no se le ocurre cómo podrían echar ellas dos a todo un ejército.
-         ¿Y yo podría ir a Isis? – pregunta.
-         ¡Claro! Pero iremos de vuelta cuando tengamos un plan.
-         Y... ¿no crees que necesitamos algo más de ayuda?
Natalia perdió el hilo de la conversación al ver pasar a un chico rubio despeinado, con una chaqueta de cuero y unas botas negras.
-         ¿Quién es? – le pregunta Dione.
-         Ni... idea... pero sólo sé que es el chico más guapo del mundo.
La princesa por su parte, no lo negaba. La manera de caminar del chico, con pasos ligeros, parecía que fuera a emprender un vuelo; pero no. Ella no podía enamorarse, el amor se había ido junto con el esplendor de Isis. Ella ya pasaba de ello.
Dione se acerca a él y le toca el hombro. Se coloca su pelo rubio detrás de lo oreja y le sonríe.
-         Em... hola – dice el chico.
-         Hola. Me llamo Dione.
-         ¿Diana?
-         No – dice mosqueada – Di-o-ne.
-         ¿Dione?
-         Sí – asiente.
Empieza a revolotear en el callejón y parece que al chico se le vaya a caer la boca al suelo de lo abierta que la tiene. La chica posa sus pies en el suelo y él empieza a acribillarle a preguntas hasta que ella lo para y le explica toda su historia con igual de precisión que ha utilizado con Natalia.
-         Me encantaría ayudarte... – dice mirándola de arriba abajo, porque es preciosa y por su vestimenta extraña.
Natalia fija sus ojos en él y este le da la mano y se presenta.
-         Encantado, yo soy Álex – dice sonriendo.
-         Yo soy Natalia – dice ella sonrojándose.
-         Me suenas mucho... ¿nos hemos visto alguna vez?
-         Voy a tu curso. Tú me suenas de vista.
-         Ah, guay. Y... ¿por dónde empezamos? – pregunta él totalmente perdido.
Ninguno de ellos responde. Porque en realidad ninguno de ellos tiene respuesta.
Álex invita a ambas a su casa después de las clases, y ellas aceptan encantadas; y mientras que él y ella vuelven a las clases, Dione vaga por las misteriosas calles de Londres y cuando pasa cerca del Big Ben, oye unas campanillas y una vibración que le recorre el alma.

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