18. En
casa de la abuela
- ¡Por fin habéis llegado! – dijo la
abuela cuando entramos en su casa.
-
Lo siento mamá,
David se ha entretenido y hemos salido un poco más tarde.
-
Bueno, no
importa. ¡Hola cielitos! ¿Cómo estas Courtney? Ya veo que igual de guapa que
siempre. ¡Hola David! ¿Sigues tan trasto como siempre? Y mi nieta Nicole ¿qué
tal todo querida? He visto las noticias, y tranquilos con mi comida se os
quitarán los sustos.
En la casa de mi abuela
siempre olía a mazapán. Tenía un espacioso salón con dos sofás mulliditos, una
gran alfombra de lana cubría el suelo entero, una televisión y una gigantesca
chimenea. Había tres estanterías repletas de recuerdos: trofeos, medallas,
objetos, preciosas vajillas de porcelana y cientos de fotografías en color
sepia y blanco y negro.
La cocina era la sala más
grande de la casa, incluso más grande que el salón. Era la sala preferida por
la abuela y en su día hizo que la cocina fuera la sala más grande.
Había una mesa amplia y
redonda y un montón de armarios pequeños que ocultaban cientos de ingredientes
secretos, viejos libros de recetas, un montón de utensilios de cocina que ni mi
madre conocía, paños, cubiertos, vajillas…
Las paredes estaban cubiertas
de papel de cocina con pequeñas flores y una bonita lámpara colgaba
elegantemente del techo.
-
Bueno, rápido,
sentaros a la mesa. Hoy he preparado crema de calabacín, como primero, cordero
asado al ajillo, como segundo, y de postre el riquísimo soufflé de chocolate
que le encanta a Courtney.
Comenzamos a comer, todo
estaba riquísimo y cuando acabamos fuimos al salón a charlar un poco con la
abuela.
- ¿Quieres que te cuente algo de esas
fotos? – me preguntó la
abuela al fijarse que miraba con atención las fotografías.
- Sí por favor, ¿Quiénes son esos de ahí? –
la pregunté.
-
Pues mira – dijo cogiendo un voluminoso y polvoriento taco de fotos – esta de
aquí soy yo, a mi lado está Coraline, una amiga de la infancia y este de aquí
atrás es tu abuelo ¿ves que jóvenes éramos?
-
Sí, pero lo que
yo quiero saber es…
-
Y en esta foto
salimos tu abuelo y yo en nuestro viaje de novios a Indonesia.
-
Vale abuela, pero
¿quién…?
-
Y mira, aquí está
la familia al completo: la tía Anik, la tía Barbara, Célia cuando era tan solo
un bebé y aquí esta tu madre al lado de Charles.
-
¡Vale abuela!
¿Pero, quién es este?
-
Ah, este es un
buen amigo mío de la infancia. Éramos uña y carne. Se llamaba Antoine. ¿Por qué
me lo preguntas?
-
Es que su cara me
suena de algo, cosas mías abuela.
-
Bueno, ¿queréis ver
los regalitos que tengo para vosotros?
-
Mamá, no hace
falta, no deberías haberte molestado…
-
¡Tranquilos! No
me ha costado nada ir a la tienda de la esquina y comprarles algo a mis nietos,
para variar. Venid aquí chicos.
Seguimos a la abuela por el
estrecho pasillo y fuimos a una habitación donde había muchos trastos viejos.
-
Los dejé por
aquí… - musitó la abuela - ¡aquí están! Pasad, pasad. Estas pulseras son para
ti – dijo mirando a Courtney – cuando las vi en la tienda supe que eran
perfectas para ti. Para ti, Nicole tengo estos zapatos, creo que te sentarán
bien, son preciosos ¿no crees? Y finalmente David, para ti tengo esta cajita
con coches, la dependienta me la regaló y la acepté sabiendo que era el regalo
perfecto para ti.
-
¡Gracias abuela!
– dijimos los tres a la vez.
-
Anda abuela,
estos de aquí – dije señalando una foto que estaba bajo unas cajas – sois tú y
tu amigo de la infancia Antoine ¿no?
-
Así es, mira
cógela y dale la vuelta, y léelo en alto si no te importa.
-
De acuerdo. A
ver, a ver… Aquí dice: 23 de Octubre de 1940. Amanda Rouge y Antoine Lorcé.
-
Nos hicieron esa
foto cuando tenía unos nueve añitos. Era el cumpleaños de Antoine. La verdad es
que no sé qué hacía aquí esta foto, la llevaré al salón con las demás.
Nos fuimos de vuelta al salón
y enseñamos nuestros regalos y tras hablar un rato, nos fuimos a casa.
Al llegar, Zoé me mandó un
mensaje: “¿Quedamos a las 16:00 en el Parque Azul? ¡Hay novedades! Te veo allí
¿OK?”
“OK, allí estaré” – La
respondí.
Eran las 16:00 de la tarde y
a lo lejos ya podía ver a Zoé.
-
¡Hola! ¿Qué tal?
-
Bien.
-
¿Cuáles son las
novedades?
-
Bueno – empezó
diciendo Zoé – pues mira, esta mañana he ido al Louvre con mis padres y mis
tíos y a que no sabes qué había en objetos perdidos.
-
¿La bandolera de flecos
que siempre te dejas por ahí?
-
Sí, pero dentro
estaba – dijo mientras metía la mano en su bandolera de flecos - ¡esto!
-
¡¿EL MALETÍN?!
-
Así es, el
maletín.
No creía a lo que veían mis
ojos, el maletín estaba allí, al parecer alguien lo había metido en su
bandolera cuando la dejó olvidada en algún rincón del enorme museo.
-
¿Se lo has dicho
a la policía? ¿Lo saben tus padres? ¿Lo has abierto? – empecé a bombardearla a
preguntas.
-
No, no ¡no! – me
respondió – Creo que lo mejor es esconderlo hasta averiguar más, como quién y por
qué lo metió en mi bandolera en el museo esta mañana.
-
Bueno, solo
podemos hacer algo para averiguarlo.
-
¿El qué?
-
Llamaremos a la
panda y nos iremos al Louvre mañana.
-
De acuerdo, hasta
mañana entonces.
-
¡Hasta mañana!
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