3. Un arduo
comienzo
Natalia se levanta y emprende el camino hacia su casa.
-
¡Espera, por favor! – oye decir a la chica rara de las
alas de plástico.
-
¿Qué? – dice ella en tono cortante.
-
¿No te crees nada de lo que he dicho?
-
Pues no. ¿De verdad piensas que me voy a trgar así por
así lo que me diga una chica disfrazada de hadita medieval: que vienes desde
otro mundo, que no conoces a los humanos, que necesitas mi ayuda para salvar a
tu pueblo y que os han atacado? No sé por qué tipo de estúpida me has tomado;
seré solitaria, pero tonta no soy.
-
Escucha, Natalia, es todo cierto. Para demostrártelo
debemos irnos a un sitio más apartado.
-
¿Y qué me vas a enseñar? ¿Tus trucos de magia? ¡Venga
ya! Déjalo, Diana.
-
Ya te he dicho que mi nombre es Dione, no Diana.
-
Si tú lo dices...
Y se da la vuelta de nuevo. La princesa ya no sabe qué hacer
para convencerla, así que la coge de la muñeca y la arrastra con ella calle
abajo hasta llegar aun callejón lleno de
basura; entonces, Dione mueve los hombros y sus alas empiezan a moverse, sus
pies a elevarse y Natalia se queda sin respiración.
- ¡Dios mío! – dice con las manos en la cabeza - ¡Eres un hada
de verdad! ¿Entonces toda la historia es cierta? ¡Madre mía! Pero yo... ¿cómo
puedo ayudarte?
- Pues... lo único que quiero conseguir es expulsar al reino
de Goilyn y que Isis recupere su esplendor.
Natalia piensa, pero no se le ocurre cómo podrían echar
ellas dos a todo un ejército.
-
¿Y yo podría ir a Isis? – pregunta.
-
¡Claro! Pero iremos de vuelta cuando tengamos un plan.
-
Y... ¿no crees que necesitamos algo más de ayuda?
Natalia perdió el hilo de la conversación al ver pasar a un
chico rubio despeinado, con una chaqueta de cuero y unas botas negras.
-
¿Quién es? – le pregunta Dione.
-
Ni... idea... pero sólo sé que es el chico más guapo
del mundo.
La princesa por su parte, no lo negaba. La manera de caminar
del chico, con pasos ligeros, parecía que fuera a emprender un vuelo; pero no.
Ella no podía enamorarse, el amor se había ido junto con el esplendor de Isis.
Ella ya pasaba de ello.
Dione se acerca a él y le toca el hombro. Se coloca su pelo
rubio detrás de lo oreja y le sonríe.
-
Em... hola – dice el chico.
-
Hola. Me llamo Dione.
-
¿Diana?
-
No – dice mosqueada – Di-o-ne.
-
¿Dione?
-
Sí – asiente.
Empieza a revolotear en el callejón y parece que al chico se
le vaya a caer la boca al suelo de lo abierta que la tiene. La chica posa sus
pies en el suelo y él empieza a acribillarle a preguntas hasta que ella lo para
y le explica toda su historia con igual de precisión que ha utilizado con
Natalia.
-
Me encantaría ayudarte... – dice mirándola de arriba
abajo, porque es preciosa y por su vestimenta extraña.
Natalia fija sus ojos en él y este le da la mano y se
presenta.
-
Encantado, yo soy Álex – dice sonriendo.
-
Yo soy Natalia – dice ella sonrojándose.
-
Me suenas mucho... ¿nos hemos visto alguna vez?
-
Voy a tu curso. Tú me suenas de vista.
-
Ah, guay. Y... ¿por dónde empezamos? – pregunta él
totalmente perdido.
Ninguno de ellos responde. Porque en realidad ninguno de
ellos tiene respuesta.
Álex invita a ambas a su casa después de las clases, y ellas
aceptan encantadas; y mientras que él y ella vuelven a las clases, Dione vaga
por las misteriosas calles de Londres y cuando pasa cerca del Big Ben, oye unas
campanillas y una vibración que le recorre el alma.
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