19.
Secuestradas
Mis padres no dudaron en
dejarme ir al Louvre al día siguiente así que a las doce en punto estaba la
panda al completo allí.
Entramos en la gran sala
principal llena de cuadros importantes y de turistas con guías.
Empezamos a dar vueltas por
el museo y estábamos a punto de quedarnos dormidas del sueño y aburrimiento que
teníamos y nos quedamos todos embobados con los cuadros, sobre todo Camille y
Adam.
Caminamos por todas las salas
y de repente vimos al Señor - A.
-
¡Está allí!
-
¡A por él!
Marqué tan rápido como pude
el teléfono de la policía, y mientras tanto el museo se alborotó muchísimo. Los
guardias de seguridad nos seguían corriendo pidiéndonos que parásemos a
explicárselo todo, en efecto, las gemelas se quedaron para explicárselo y los
demás seguimos corriendo.
-
Este es el señor
que nos amenazó, el que luego escapó, pero al día siguiente decían que le
habían metido en la cárcel, sin embargo ahora está aquí...y dicen que tiene
algo que ver con el robo del maletín.
-
De acuerdo,
quedaros aquí, iremos tras él. ¿Habéis llamado ya a la policía?
-
Sí, nuestra amiga
ha llamado.
-
Perfecto, pues no
os mováis de aquí.
Mientras tanto habíamos
conseguido rodearle, y a la policía no le dio tiempo a llegar porque el Señor -
A nos cogió a Alice, a Zoé y a mí.
Me desperté con el ruido
traqueteante de unas ruedas viejas sobre un camino lleno de piedrecitas. Abrí
los ojos confusa y deseando despertar en mi camita, pero por desgracia no fue
así. Estaba en la misma furgoneta que aparecía en mi pesadilla, solo que
conmigo estaban también mis amigas.
-
¿Estáis bien? –
preguntó Alice.
-
Sí, un poco
aturdida – respondí - ¿y tú Zoé?
-
Estoy bien.
-
¿A dónde nos
lleva? – pregunté.
-
No lo sé, pero
podemos llamar a la policía con nuestros móviles – respondió Zoé.
-
¡Claro, que
tontas somos! – dijo Alice.
-
No, no, no. Nada
de eso – dijo de repente el Señor-A, que al parecer había escuchado nuestra
conversación - ¿Creéis que soy tonto? Os quité los teléfonos móviles cuando os desmayasteis
por el golpe que os dí. Y ahora silencio, casi hemos llegado.
-
¿Qué hacemos
ahora? – dije susurrando utilizando el tono más bajo que pude.
-
Tengo una
buenísima idea – dijo Alice.
-
¿De qué se trata?
– preguntamos Zoé y yo con curiosidad.
-
Veréis, como mi
padre es científico y es muy cuidadoso conmigo, desde hace un año, llevo un
chip localizador en estas botas. Como hoy me iba al Louvre no me importaba que
mis padres supieran exactamente donde estaba, entonces me las he puesto.
-
Entonces...¿pueden
identificarte y venir a buscarnos?
-
Sí.
Estábamos tan contentas como
si a una madre la hubieran quitado a su hijo y se lo hubieran devuelto años más
tarde.
Alice conectó el chip
localizador y este emitió un pitido muy grave, que apenas se oía. Luego empezó
a parpadear una lucecita de color verde fosforito.
-
Está empezando a
enviar señales a mis padres indicándoles donde estoy – explicó Alice.
Mientras tanto, en el
Louvre...
-
¿Nicole está
bien?
-
¿Dónde está Zoé?
-
¿Han encontrado a
Alice?
La policía y los guardias del
museo habían llamado a padres y familiares para informarles a todos, y en un
periquete, el museo rebosaba de padres y familias preocupadas, sobre todo las
familias desesperadas de Nicole, Alice y Zoé.
-
¡Pero si dijeron
que estaba en la cárcel!
-
Al parecer,
señora, se ha escapado. Parece haber utilizado material ilegal para escapar y
un rayo láser especial que utilizan en China y Japón para ocasiones
importantes.
-
¡Esperen! Sé como
encontrarles – dijo el padre de Alice.
En efecto, su padre había
tenido la misma idea que su brillante hija, así sacó el chip y un mapa apareció
en una pantalla que sostenía en la otra mano, aparecía un punto rojo (que
indicaba su posición) y la calle, ciudad o pueblo en el que se encontraban.
Cogieron los coches y
siguieron las indicaciones del chip hasta que pararon junto a una furgoneta
blanca.
-
¿Quiénes son
ustedes? ¡Me están cortando el paso!
-
Somos los padres
de las niñas a las que ha secuestrado.
El Señor-A intentó esquivar
los coches conduciendo como un loco, hasta que la policía le hizo frenar en
seco.
-
¡Saque a las
chicas y ponga las manos arriba, donde yo pueda verlas, señor!
No hay comentarios:
Publicar un comentario