13. De
viaje… y de la mano
- Bueno, ¿sabéis todos lo que
tenemos que hacer?
- ¡Sí!
- Pues vamos allá.
Adam, Alice, Brigitte, las
gemelas y Danny se dirigieron a la cafetería y mientras tanto Zoé, Eddie, Mark
y yo cogimos el autobús hacia la Plaza 10 Calles.
Cuando llegamos allí, fuimos
hacia los arbustos donde estuvieron las ladronas aquella noche a investigar.
-
Por aquí no hay
nada – dijo Zoé.
-
Por aquí tampoco
– anunció Danny.
-
Bueno, es verdad,
por esta zona no hay ninguna pista que las delate – dije yo.
-
¿Por qué no
preguntamos a la gente de los alrededores? – dijo Mark.
-
¡Que idea más
estupenda! – dijo entusiasmada Zoé – aunque… con toda la gente que hay por
aquí, creo que lo mejor sería dividirnos en grupos de dos.
-
Vale, yo voy
contigo – le dije a Zoé, esperando a que me asintiera.
-
No – dijo Zoé –
lo mejor será que se una que en cada pareja haya una mente masculina y otra
femenina, es decir, Mark y tú vais juntos y yo voy con Eddie ¿de acuerdo?
-
¿Pero que estás
haciendo? – la susurré al oído.
-
Estoy intentando
daros una oportunidad a Mark y a ti y de paso a Eddie y a mí ¿comprendes? – me
respondió por lo bajito.
-
Me da mucha
vergüenza – respondí.
-
Tú tranquila,
todo fluirá – me dijo guiñándome un ojo.
-
¡Bueno pues
vosotros vais por allí y nosotros por aquí, en marcha! Quedamos aquí mismo a
las 20:00 ¿vale? ¡Hasta entonces!
Eddie y Zoé se fueron
alejando, adentrándose entre el bullicio de la gran plaza. Mark y yo caminamos
por los bonitos caminos de piedra. La Plaza 10 Calles era un lugar precioso al
que había ido ya muchas veces. Estaba rodeado por frondosos árboles llenos
frutos y muy, muy al fondo se veía la preciosa puesta de sol que había aquella
tarde, rodeada de bonitas palmeras, parecía una playa sin embargo era más un
enorme jardín con preciosas palmeras que lo rodeaban. Conocía aquel lugar muy
bien, siempre he pensado que por allí pasan cosas ¡mágicas! y sobre todo me
gusta mucho porque ahí hay siempre alguna pareja dada de la mano admirando la
hermosa puesta de sol. Mis fantasías acabaron:
-
¿Le preguntamos a
ese señor de ahí? – me dijo Mark.
-
De acuerdo,
vamos.
-
Buenas tardes
señor – comencé.
-
Buenas, ¿qué os
trae por aquí?
-
Pues estábamos dando
un paseo – dijo Mark.
-
Ah, ya entiendo,
un paseo romántico ¿eh?
-
No, nosotros no
somos pareja – dije nerviosa.
-
Ah, pues lo
parecéis, en fin ¿necesitáis algo?
-
Sí, ¿conoce usted
a una tal “Alissa”?
-
Pues sí,
jovencito. Si te refieres a una chica alta, rubia, de ojos verdes y delgada,
entonces sí.
-
¡Es ella! ¿Nos
puede decir de qué la conoce?
-
Pues vino ayer
por última vez a nuestra casa para cuidar de mis niños.
-
¿Y le ha contado
por qué ya no va a volver?
-
Sí, nos dijo que
se marchaba durante dos semanas a Italia, a visitar a su familia.
-
Oh, gracias ¿y
sabe cuando se marchará?
-
Dijo que esta
noche cogería el avión.
-
Bien, pues muchas
gracias ¡adiós!
Habíamos tenido muy buena
suerte y no pensábamos desperdiciarla. Sabíamos que perderíamos la pista a
Alissa esta misma noche, así que supusimos que la investigación podría
continuar con Betty, su amiga.
Continuamos andando por la
gran plaza y decidimos divertirnos un poco, ya que todavía faltaba un rato para
las 20:00.
Anduvimos por los preciosos
caminos de colores, el pobre Mark no se negó a acompañarme a mirar en las
boutiques y yo acepté acompañarle a las tiendas de deportes, fuimos a
comprarnos algodón de azúcar, estuvimos jugando en un pequeño parque como niños
pequeños… Finalmente llegamos al jardín donde estaba la puesta de sol y, sin
quererlo, algo pasó en ese preciso instante, fue como si mi mano se moviese
sola y parecía que la suya le obligaba a hacer lo mismo.
Pero, por razones que no
llego a entender, los dos separamos nuestras manos en cuanto nuestra mirada se
cruzó, y ahí fue cuando se acabó la magia del momento.
-
Eh… bueno, creo,
yo… ya nos tenemos que ir, nos estarán esperando – dijo Mark.
-
Sí, esto…
vámonos.
Durante el camino de vuelta,
ninguno pronunció una sola palabra, no sabíamos que decir. Me pareció una
eternidad el camino de vuelta y la incomodidad por fin terminó cuando toda la
panda nos saludaba desde los arbustos y Zoé, Brigitte, las gemelas y Alice me
hacían señas para que las siguiese.
-
¿Qué pasa chicas?
-
Bueno, no hagas
como si no hubiera pasado nada ¿qué tal con Mark? – preguntó Brigitte.
-
¿Os habéis dado…
-
…un besito? –
dijeron entre risas las gemelas.
-
La verdad…
-
¡¡Venga,
dínoslo!! – dijo impaciente Zoé.
-
Bueno, pues
cuando caminábamos hacia la puesta de sol del jardín de la Plaza 10 Calles, nos…
nos dimos la mano, pero luego nos soltamos y emprendimos el camino de vuelta.
-
¡¡GENIAL, YA ERA
HORA!!
-
¡Tranquilas
chicas, bajad la voz, no quiero que se entere todo el mundo! Y ahora vámonos,
que se va a notar mucho.
Cogimos el autobús y nos
fuimos a nuestras casas. Cuando llegué a la mía, mi madre me preguntó que qué
tal todo y yo le respondí que esa tarde no habíamos averiguado mucho más, tan
solo que Alissa se iba de viaje esta misma noche y que tendríamos que sacar la
información de Betty, su mejor amiga con la que estuvo en la fiesta.
-
Mira cariño, creo
que ahora que Alissa se ha ido de la ciudad unas semanas, deberíais relajaros
un poco.
-
¡No mamá, los
detectives no descansan hasta que un caso queda resuelto!
-
¿Y qué te parece
sólo por un día? ¿Quizás mañana?
-
Bueno, está bien,
en mi cumpleaños te prometo estar relajada, a propósito, ¿habrá sorpresas?
-
Si hubiera
sorpresas y te dijera cuales son ya no serían sorpresa ¿no crees? – me dijo mi
madre guiñándome un ojo.
-
Bueno, pues hasta
mañana.
-
¿No cenas?
-
No, no tengo
hambre y estoy muy cansada. ¡Hasta mañana!
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