lunes, 2 de junio de 2014

She was like the forest, brave and wild

He was like the sun, glorious with lights.
She was like the forest, brave and wild.

El humo era de color verdoso, muy claro, como el color de los prados en primavera.
Se iba disipando poco a poco, lentamente, como si le costara. Por fin, podía entrever lo que había en el cielo.
Apartó con cuidado la cascada de enredaderas, pues eran finas como los hilos y podían romperse con el susurro del viento.
Lo que vio le dejó aún más asombrado, si cabe.
Las nubes eran esponjosas y redondeadas, como si un gigante con buenas las manos pasara las mañanas dándoles forma.
El cielo era rosa, no azul teñido con la luz del aterdecer, no, rosa tal cual. Un rosa que inundaba todo el valle.
La sombra que proyectaban los almendros estaban manchadas de agua del arroyo que había justo al lado.
Era anaranjada. Tenía tanta sed, que por un momento lo confundió con zumo de naranja, pero no podía ser, porque ese agua era cristalina.
Se acercó para verla de cerca e incluso vio su reflejo. "¿Cómo puede reflejarme sin ser transparente?"
El agua chocaba contra unas rocas que había más allá, cerca del camino de piedras.
Siguió la ruta que le indicaba, y a medida que avanzaba, las losas de detrás de él se iban tornando en colores rosados hasta llegar al coral.
Llegó a una masa extraña y violeta que no tenía forma y no venía de ninguna parte. Simplemente estaba allí, donde terminaba el camino.
Maravillado, movió la mano para intentar tocarla, pero al introducirla, desaparecía. Asombrado y asustado, la sacó, y ante sus ojos estaba entera. En cuanto volvió a rozar aquella niebla, sus dedos se evaporaban por la mitad, como si nunca hubieran estado allí.
Entonces, un ruido le sorprendió. Se giró. Vio un grupo de chicas con vestidos que eran finos como la seda, les llegaban por el muslo, atados para no mojárselos con el agua de la charca.
El hombre se quedó anonadado. En su vida había visto mujeres más hermosas que aquellas.
Eran tres. La primera tenía ojos pequeños y gruesos labios que parecían hechos para ser besados. Tenía el pelo negro coom el azabache recogido en una gruesa trenza que le caía por el hombro y le llegaba hasta las rodillas.
La segunda tenía los rasgos afilados, altos pómulos y marcados, y ojos pardos. Su cabello más dorado que la luz del sol, estaba recogido con hojas y flores, y los mechones que se habían salido le rodeaban su bello rostro.
La tercera era para él la más bella sin duda: tenía los ojos grandes como dos luceros que embaucan, la boca entreabierta, su cuerpo se sacudía cada vez que se reía muy alto con lo que decían las otras dos. Su pelo, castaño y liso caía y discurría como el agua de un río por toda su espalda hasta rozar la hierba.
No se lo pensó un momento, y empezó a seguirlas. Ellas empezaron a moverse rápido y él no se cansaba de pisar donde ellas pisaban con sus pies descalzos.
Unos minutos después, una bella luna dorada brillaba como un disco en el cielo, que era púrpura.
Las tres desconocidas jugaban en el agua de una pequeña laguna. Se salpicaban las unas a las otras y reían sin parar, con carcajadas bellas y pegadizas. En sus ojos se veían chispas de diversión.
Una de ellas, la que llevaba el pelo suelto hasta los pies, salió del agua muy despacio, con la tela del vestido pegada a su piel perfecta, y se acercó al hombre que la miraba sin perder detalle.
Ella le susurró algo al oído y él se quedó aún más prendado de su mirada. La chica de la trenza se unió a ellos y el joven se perdió en la curva de sus labios. La que llevaba el pelo lleno de flores llegó más tarde; y cuando estaban todos juntos, le invitaron a jugar con ellas.
Se sentía la persona más afortunada del mundo entero. Una a una, se turnaban para besarle y ofrecerle una bebida del color de una sonrisa.
Al final de la noche, cuando las cinco estrellas de ese cielo se alinearon, el hombre cayó muerto entre las rocas, y las ninfas sonrieron de forma que asustaría hasta al más fiero de los bárbaros.
Se sumergieron en el agua anaranjada y reposaron tranquilas, sabiendo que ya no había nadie allí que las molestara.
Las cinco estrellas del cielo también dormían.
La Princesse Endormie 
Marina

5 comentarios:

  1. ¡Hola! Lo cierto es que me ha parecido muy bonito y perturbador a un tiempo, pero me ha gustado mucho :)
    Un beso

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  2. ¡Hola! Oh dios, que bonito y que maravilla. Precioso.
    Besos <3

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  5. Que bonita manera de escribir tienes, que preciosas descripciones.
    Saludos.

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