sábado, 3 de mayo de 2014

Doce campanadas

Humo que salía de ninguna parte, música que hacía vibrar el suelo, el techo, y que hacía parecer que las lámparas de araña se caerían. Luces de colores que parpadeaban, gente, muchísima gente, cuerpos muy juntos, saltos, canciones infinitas. Y un chico guapo que había decidido bailar con ella. Todo era demasiado perfecto, sabía que no podía durar mucho más.
Apuró el paso al escuchar las doce campanadas, entre el gran bullicio, podía escuchar sus propias pisadas, los tacones rozando el suelo. Tenía la impresión de que todo el mundo estaba pendiente de su huida, pero por supuesto no era así.
El vestido negro y ceñido no era algo perfecto para una carrera como aquella, pero era lo que había tenido que llevar para la ocasión.
Como veía que iba a tropezarse mil veces si seguía llevando unos zapatos tan altos, se los quitó y los llevó en la mano, aunque gracias a su torpeza, uno se le calló, pero no tenía tiempo para entretenerse en eso, por lo que reanudó el paso.
- ¡Espera! - dijo una voz masculina.
A pesar de que le dolía en el alma, sabía que no podía retrasarse ni un segundo. Por fin, llegó a su piso.
Las llaves se le escurrían de entre los dedos temblorosos, cuando logró sostenerlas, abrió la puerta torpemente y subió las escaleras, en el momento en que entró a su cuarto, escuchó la puerta principal abrise.
- ¡Ya estamos aquí! - la voz estridente de su madrastra la puso en guardia de nuevo.
Se sacó el vestido ajustado a tiempo récord, se puso una camiseta tres tallas más grande de lo normal que le cubría el cuerpo hasta los muslos, y le dio una patada al traje para meterlo bajo la cama. Después, se tumbó  y abrió un libro como si llevara así toda la tarde, justo cuando aquella mujer abrió la puerta de golpe. Miró de lado a lado la habitación, esperando encontrar algo sospechoso, pero no había nada.
- ¿Qué has estado haciendo toda la noche? - preguntó desconfiada.
- He estudiado y ahora estoy leyendo.
- Ya veo... - permaneció callada unos segundos más, y por fin salió de allí.
María suspiró aliviada, y apartó el libro de su cara. Se limpió cualquier resto de maquillaje que pudiera resultar sospechoso, y se durmió. O más o menos lo intentó, porque diez minutos después, su madrastra la llamó desde la planta baja.
María empezó a bajar los escalones nerviosa, y la respiración se le cortó del todo cuando vio en el salón al chico con el que había bailado, y su zapato perdido en sus manos.
BIGHEARTDIARY | via Tumblr
Marina.

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Es como un breve relato versionando la historia de Cenicienta: la chica que se escapa sin permiso, el zapato perdido...

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  2. Siempre me caerá mal esa madrastra. PD: Buen relato.
    Besos.

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  3. Muy bonito. Original versión
    Besos*-*

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