lunes, 20 de agosto de 2018

Torbellino

El torbellino nunca se había comportado mal. Solo había existido, durante cuánto tiempo, quién sabe.
Su misterio, el aura maligna que circulaba a su alrededor, era lo que le daba su atractivo.
El torbellino podía mirar, saborear y querer.
Los ojos sin embargo no podían captarlo con total facilidad.
El torbellino podía hacer, y dejarse hacer.
Muchos, sin embargo, no aprobaban sus destrozos, y lo condenaban.
Así el torbellino decidió, no por cuenta propia, dejarse reservar para aquellos que de verdad lo deseasen en su vida.
Qué maldicion, aquel torbellino, y qué bendición era sin embargo todo lo que traía con él.
Ella se acurrucaba entre sábanas demasiado revueltas y se sentía un tanto ahogada en el mar de dudas que solían traer sus visitas.
Marina

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