Sí, a 21 de marzo y sobre todo a raíz de varios comentarios que leí en uno de mis vídeos, al fin me animo a mantener ese propósito de volver a subir cosas al blog. Aquí os dejo algo que escribí hace unos meses, espero que os guste ❤️
Caterina de
Baccala fue una mujer que nació en una familia burguesa del siglo XIX en
Nápoles, Italia. Todos sus ancestros llevaban el talento de tejer en la sangre,
así que ella no podía ser menos. Se puso a ello tan pronto como pudo aprender
el oficio. Sin embargo, lo detestaba a pesar de que se le diera de maravilla.
Prefería fijarse en cómo se podía narrar en los tapices. Así fue cómo su
afición por contar historias comenzó. Pasó su adolescencia y juventud rodeada
de hojas de papel y con las manos siempre manchadas de tinta.

Cuando a los
veintitrés años conoció a Pierre Allard, un artesano francés que había emigrado
a Italia, su talento se disparó. La pasión que sentía ella en la relación se reflejaba en sus palabras. Los ciudadanos de
Nápoles comenzaron a conocer sus historias, la gente las pasaba de boca en boca
y pagaba por ellas. Caterina y su amor con Pierre eran ya una leyenda. Por
desgracia para la joven, con las nuevas corrientes científicas que llegaron a
Europa la literatura quedó relegada a algo para fantasiosos, y más aún la
amorosa. Caterina se vio sin dinero propio, y agobiada, comenzó a buscar algo
que hacer para no depender de su ya entonces marido, Pierre. Cuando una noche
recogía flores de una pradera cercana para decorar la casa, se entretuvo
haciendo arreglos con las plantas y las colocó en el escaparate de la tienda de
su padre. Al cabo de unos días, los clientes estaban interesados en esos
arreglos florales tan de cuento, tan delicados y bellos. Caterina comenzó
entonces a vender su arte floral. Enredaba los jazmines, las rosas y las
margaritas junto con un breve relato de creación propia. Así, consiguió llamar
de nuevo la atención de los napolitanos.
A los treinta
años, Caterina fue hallada en un estanque, ahogada y rodeada de lirios. Flotaba
sobre la superficie sin perder ni un ápice de la elegancia que había tenido en
vida. Se dice que había llegado a un punto en el que no sabía cómo seguir
manteniendo a flote las palabras, que había sentido que había tanto que crear
que había preferido morir antes que no poder conseguir llevar a cabo todas sus
ideas.
Cientos de años más
tarde, el artista Frantz von Stuck (1863) se sintió tan inspirado por esta escritora
y su historia que decidió retratarla en base a los testimonios que había
conseguido. Caterina de Baccala sería entonces la dama de las flores y las
palabras cuyas creaciones habían sido algo tan hermoso, humano y tierno que su huella había
perdurado en el tiempo.
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