Por la ventanilla puede observar los rascacielos. Incontables veces ha soñado ver eso. Y a lo lejos el Empire State se distingue como el edificio más alto e imponente ante los demás.
* * *
La chica arrastra sus maletas por el aeropuerto hasta llegar a la salida, donde coge un taxi que la lleve a su destino. Está súper nerviosa; ha esperado tanto tiempo este momento... El vehículo escapa de las afueras de la ciudad para ir al interior. Ella ya puede ver desde esa distancia los rascacielos al fondo, y casi va a llorar de la emoción.
Y por fin llega. El taxi está en mitad de las calles de Times Square.
Baja la ventanilla y observa con gran admiración cada detalle: los carteles luminosos, la gente paseando, y respira el aire de la ciudad.
A pesar de que allí es de día, en España es ya de madrugada, y está muy cansada. Necesita dormir, y luego ya habrá tiempo para ver la ciudad.
El vehículo finalmente se para frente a un gran rascacielos. Paga al conductor y éste le responde con un "gracias" en inglés.
No necesita indicaciones. Ha estado mirando fotos del apartamento, y de todo el edificio mil veces en su casa, contando los días que faltaban para mudarse.
Sube por el ascensor y llega a la última planta. Le pesan los párpados, así que sin hacer nada, va directamente al dormitorio y se tumba bajo las sábanas.
Cuando vuelve a abrir los ojos es de noche. Mira el reloj que hay encima de la mesita de noche. Son las nueve. Le queda toda la noche por delante.
Más despierta, empieza a deshacer las maletas. Guarda la ropa en el armario negro, coloca una foto que ha traído de su familia en un marco sobre la cómoda y se da una ducha rápida. Coge la cámara de fotos y sale a ver Nueva York.
Las calles están llenas de vida, y todo luce con energía. Eleva la mirada y se ve rodeada de los inmensos edificios. Decide pasear como una neoyorquina más, y más tarde para en un McDonald a tomar algo.
Está sentada en una mesa, un poco apartada del resto de jóvenes que hay en el local. Una chica no para de girarse hacia ella, cuchichea, y vuelve a hablar con sus amigos. Y se asusta cuando ve que viene hacia donde está sentada.
- ¿Estás esperando a alguien? - pregunta.
- Yo... no... soy nueva en la ciudad. Acabo de mudarme.
- ¿Quieres sentarte con nosotros?
- Vale, gracias.
Al principio le cuesta coger el ritmo de la conversación por el rápido inglés que usan, pero pronto se acostumbra y puede hablar con ellos tranquilamente.
Les cuenta que tiene 20 años, que lleva ahorrando durante mucho tiempo para mudarse aquí, que escribe y quiere probar suerte en el mundo editorial estadounidense... Enseguida se gana la simpatía de todos.
- ¿Habías venido aquí antes?
- Sí, a los 16 cumplí mi sueño de venir aquí, y me enamoré de la ciudad.
- ¿Quieres venirte con nosotros a dar una vuelta?
- ¡Claro, me encantaría!
Se siente muy ilusionada de haber conocido gente tan rápido. ¿Será porque los neoyorquinos son más sociables que los españoles? Porque cuando vivía allí le costaba mucho hacer amigos y aquí ha sido muy sencillo.
Se sube al coche y ponen la canción "Empire State Of Mind" a todo volumen. Siente que está viviendo un sueño. O más bien que por fin lo está cumpliendo.
No quiere estar en ningún otro lugar del mundo.
Marina.